Las estafas que afectaron a un turista británico y una turista holandesa son la punta del iceberg de un problema que genera preocupación a nivel internacional. Especialmente, en países que acumulan denuncias de turistas que fueron víctimas de fraudes a bordo de “taxis piratas” al salir del Aeropuerto de Santiago.
Problema sin solución: cómo taxis piratas en el Aeropuerto de Santiago ponen en jaque la imagen país
Gremios del turismo ven con preocupación cómo el problema crece y la fiscalización actual en el Aeropuerto de Santiago no está dando resultados. El daño a la imagen país, advierten, compromete la promoción internacional de Chile.
Pese a que son parte de una realidad que existe hace años, desde el verano la presencia de estos transportistas irregulares ha despertado un interés público creciente, en la medida que se han dado a conocer casos de fraudes concertados, muchos de los cuales giran en torno a un perfil de turista determinado.
En febrero fue el Reino Unido el que alertó a sus conciudadanos sobre “Taxi Scums” con el uso de máquinas para cobros específicamente en Chile. Estados Unidos se sumó pocos días atrás, puntualizando en pagos con sobrecargos desmedidos y robos de pertenencias. Señales de una mancha que, para los gremios del turismo, ya está afectando la imagen país en mercados estratégicos.
Alejandro Álvarez, presidente del comité de operadores mayoristas de turismo receptor y nacional de la Asociación Chilena de Empresas de Turismo (Achet), plantea que existe un consenso respecto al daño que genera esta criminalidad.
“¿Qué es lo que piensa el turista cuando viene a Chile cuando lo primero que le dicen es que debe tener cuidado en el Aeropuerto porque le pueden robar? Eso es imagen país, y si partimos desde el aeropuerto dando esa señal, imagínate lo que puede esperar un turista cuando viene a hacer un recorrido por todo Chile”, puntualizó.
Álvarez, como gerente general de CL Mundo, reconoce la preocupación existente en el sector al entender que el problema está creciendo, con métodos de pillaje y timo que avanzan por delante de la legislación y el aparato fiscalizador.
“Muchos ‘taxis piratas’ se están manejando con el tema de la máquina para cobrarle al cliente, y en vez de cobrar US$ 70 cobran $ 7 millones, como ocurrió hace pocos días. Es el mayor problema que tenemos en este minuto. Nos afecta en la imagen país. En cualquier momento nos pueden lanzar un warning desde Estados Unidos o Europa, lo que dañaría completamente el trabajo de promoción de Chile.”
Fiscalizaciones fuera de foco
Una comunicación operador-turista resulta fundamental para reducir las opciones de que los pasajeros caigan en fraudes. Así lo subraya el representante gremial, especialista en el segmento de turismo receptivo, explicando que los operadores han reforzado el mensaje preventivo hacia los clientes.
“Lo que están haciendo los operadores es tratar de lograr mayor comunicación con el pasajero, que sepa a dónde tiene que dirigirse y con quién tiene que hablar. Lamentablemente, tenemos que recomendar que no se dejen ayudar por gente que se le acerque a hacerle un favor, prestarle un celular o lo que sea. Tenemos que advertirle al cliente que tome todos los resguardos necesarios”, dijo.
Lo anterior, refiriéndose a una solución sobre la marcha y a corto plazo, recalca que existe un problema de fondo que las autoridades han sido incapaces de abordar. “Las fiscalizaciones que Carabineros y el Ministerio de Transportes realizan en el Aeropuerto son insuficientes”, plantea Álvarez.
“Las fiscalizaciones que se están haciendo van más por un tema de documentos. No están atacando el verdadero problema. Creo que las autoridades no quieren reconocer realmente cuál es el problema y ver la situación cómo es, porque si así fuera, debería haber fiscalizaciones reales a la salida del aeropuerto para que la gente que salga vaya con un voucher y completamente segura en empresas registradas, y que su salida no se preste para que cualquier persona pueda traspasar clientes.”
El rol de gremios como Achet, en esta línea, comienza con alinear a las empresas legalmente constituidas a disposición de las autoridades. “Elaborar reportes diarios con pasajeros a recoger”, menciona Alejandro Álvarez, podría ser una acción efectiva, recalcando que anteriormente se hizo mediante una coordinación con la administración del terminal aéreo.
“Las empresas legalmente constituidas están totalmente abiertas a prestar la colaboración que se requiera. Podemos sentarnos y crear protocolos de recogida, juntarnos y crear sistemas de identificación del personal que va al aeropuerto. En conjunto se pueden hacer muchas cosas para evitar que sigan sucediendo estas estafas a pasajeros”, argumenta Alejandro Álvarez.
Así operan los “hacheros”
El modus operandi de los taxis piratas es conocido, primeramente, por los conductores de taxis que operan de forma regular en el Aeropuerto de Santiago. Ellos ven una mafia que amenaza su fuente laboral y pone en tela de juicio también su reputación.
Son los taxistas tradicionales los primeros en fijarles el apodo de “hacheros”. La recepción de denuncias por parte de Carabineros ha permitido establecer patrones en las formas de actuar, de los que suelen ser grupos de al menos tres personas.
La primera fase está a cargo de los captadores, quienes deben convencer al turista de que pueden ofrecerle un transporte seguro y oficial. Esto suele ocurrir cuando el viajero sale del edificio principal del Aeropuerto de Santiago hasta la zona donde se ubican los vehículos de transporte. La puerta 4, cercana al Terminal Internacional, es una de las zonas preferidas. Los captadores destacan por un dominio de idiomas más allá del español. Se comunican, por ejemplo, en inglés y portugués; todo con el objetivo de transmitir certezas al turista.
En una segunda etapa, con el pasajero decidido a tomar el viaje, lo trasladan hasta la zona de los estacionamientos. Cambios de vehículos y conductores son comunes aquí, considerando que las maletas y la confianza del pasajero están ya en manos de los estafadores.
La tercera y última fase suele ocurrir al momento de abandonar la zona del aeropuerto, ya con rumbo al hotel de destino de la víctima. Entra en escena un tercer personaje, el “cobrador”, a cargo de hacer el trabajo sucio y equipado con una máquina POS para hacer cobros con tarjeta de crédito. En este punto ejecutan el cobro, añadiendo ceros al valor pactado, o bien, ayudándose con el equipo adulterado y apto para ocultar dígitos. De esta forma, un viaje por US$ 50 se convierte dramáticamente en un cobro por US$ 500 o incluso US$ 5.000. Repetir la operación y hacer el cobro dos veces, argumentando que no se completó el pago, es otra de las malas prácticas reportadas.
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